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Inca Yupanqui






Dicen que fue Inca Yupanqui quien con suntuosidad edificó la casa del sol en Cuzco, porque antes era muy pequeña y pobre. Un día fue a visitar a su padre, el Inca Viracocha, quien se encontraba en Sacsahuaman, a cinco leguas del Cuzco. Cuando pasó por una fuente llamada Susurpuqio vio caer una barra de cristal dentro de la misma, en la cual se reflejaba la figura de un indio y alrededor de la cabeza le salían tres rayos muy resplandecientes, como si fueran rayos solares. En los brazos llevaba enroscadas culebras de oro y en la cabeza un llautu todo engalanado a la usanza Inca.

Viracocha






El Dios Viracocha Pachayachachic creó al mundo y todo lo que hay en él. Por eso, su nombre significa maestro y creador de todas las cosas. No obstante, cuenta la leyenda que los primeros pobladores del mundo lo menospreciaron y prefirieron adorar los ríos, montes, peñascos y todo cuanto veían en la naturaleza.

Águila Dorada



En el noreste de Argentina y muy cerca de los límites con Chile, existió un pueblo indígena que desafortunadamente fue exterminado. Sus habitantes fueron los Calchaquis, dueños de una rica y abundante cultura que sirvió de inspiración a este hermoso relato.

La hija del Sol






En un extenso territorio de lo que hoy son las repúblicas de Argentina, Paraguay, Bolivia y una parte de Brasil, existe un ave cuyo extraño canto se asemeja a un lamento. Ocasionalmente se oye el canto de esta ave a la que llaman “la hija del sol”.

El origen del sapo






La tribu araucana de la región central de lo que hoy es Chile, en América del Sur, tenía por jefe guerrero a un hombre llamado Huataco, a quien todos querían y respetaban por su valentía y arrojo, como también por sus grandes cualidades humanas. Su fama llegó a otros pueblos donde aprendieron también a respetarlo y quererlo.

Los Pieles Rojas






Manitú, el gran Dios de los Pieles Rojas dormía profundamente después de haber creado la Tierra. Cuando despertó se sintió tan feliz de su obra que decidió dar un paseo.

8 Ahau






Las cosas que sucedieron en la profecía “8 Ahau” narran la decadencia de Mayapán. Este katún describe terribles presagios.

El Tepozteco






Hace mucho tiempo existió una hermosa doncella la cual después de muerto su padre, heredaría el reino de Tepoztlán. A ella le gustaba ir a bañarse al río Atongo y descansar en su ribera llena de flores. Un día que se preparaba para entrar al agua, el dios del viento hizo que llegara un fuerte aire y la envolviera; ella no le dio importancia al suceso, pero pasado algún tiempo, se dio cuenta de que estaba embarazada y desde ese momento ya no salió de su casa, manteniendo en secreto su embarazo hasta el día que dio a luz.

Cuauhtémoc




La sacerdotisa y partera auguró que el futuro del recién nacido sería amargo; los dioses así lo habían escrito, era su designio. Y era evidente: ese día se registró un eclipse, símbolo de mala suerte. Enterraron el cordón umbilical en el campo de batalla, en señal de su profesión de guerrero, como era la tradición de los antepasados. Había nacido el que sería el último emperador azteca. Cuauhtémoc, “águila del crepúsculo”.

Moctezuma Xocoyotzin




Moctezuma significa señor respetable, el más joven descendiente por línea paterna de Quetzalcóatl y de la dinastía tolteca a través de la rama colhua – mexicana, entroncada en Acamapichtli y sus sucesores directos que fueron Huitzilíhuitl, Itzcóhuatl, Huehuemotecuhzoma su bisabuelo y Axayácatl su padre. Por el lado materno era tenido como descendiente del gran chichimeca Xólotl, ancestro de Nezahualcóyotl, señor de Texcoco, su abuelo, padre de Xochicuéyetl, su madre.

Nezahualcóyotl




De niño fue tocado por los dioses como señal de lo que su futuro encerraba; jugaba un día con otros niños y se resbaló a un río… los dioses lo salvaron y lo llevaron consigo al cerro de “las sutiles nieblas”.

Quetzalcóatl

Un buen día Quetzalcóatl decidió bajar a la tierra y transmitir a los hombres sus conocimientos. Antes de dejar el hogar donde vivía con su creadores – el señor y la señora Ome –, “la serpiente emplumada” fue a su huerta, rodeada de jardines encantados, y recogió algunas semillas de cacáhuatl y cacao para traerlas a la tierra y obsequiarlas a los hombres.

Politeísmo




Entre los aztecas existía la idea de un dios único, que se desdoblaba en dos principios, uno masculino y otro femenino; Ometecuhtli y Omecíhuatl, que era la pareja de la que procedían los demás dioses.

Tenochtitlán




El pueblo azteca fue elegido por los dioses para establecerse en la tierra soñada. Este pueblo, al igual que el de los toltecas, procedía de un mítico lugar llamado “Chicomostoc”, que significa: lugar de las siete cavernas. El dios Huitzilopochtli les prometió un paraje que identificarían por determinadas plantas y animales.

Tula




Las tierras de Tula fueron un verdadero paraíso terrenal. El dios Quetzálcoatl amaba a este pueblo y le entregó innumerables riquezas y una extraordinaria cultura.

Teotihuacán




Los dioses crearon en la tierra un lugar bañado con la esmeralda de la vegetación. Todo era perfecto, hermoso y lleno de colorido: Teotihuacán, la ciudad de los dioses.

El calendario azteca




El año civil de los aztecas se dividía en dieciocho meses de veinte días cada uno, a los que se añadían cinco días intercalados que se consideran infaustosos o desgraciados, para llegar al número de 365.

Tanto los meses como los días se representan con jeroglíficos específicos. A su vez, cada mes se dividía en cuatro semanas de cinco días.

El calendario maya




La religión y el calendario estaban íntimamente relacionados, cada uno de los periodos calendáricos tenía una deidad que lo protegía. Los mayas creían en la inmortalidad del alma y en una vida ultraterrena.

La doncella, Ixbalanquéy Hunahpú




Esta es la historia de la doncella Izquic, hija de un señor llamado Cuchumaquic, quien acostumbraba contarle la leyenda de un árbol de frutos muy extraños… Al crecer la doncella se preguntó por qué no habría de ir ella a conocer ese árbol, “ciertamente deben ser sabrosos los frutos de que oigo hablar”, y se puso en camino. Una vez frente al árbol, Izquic quedó fascinada por esos frutos tan redondos que cubrían todo el árbol, y se acercó a coger uno.

Iztaccíhuatl y Popocatépetl




Tonatiuh, “el dios sol” y su familia, vivían en el cielo trece, en un palacio inmenso rodeado de jardines increíbles y sin embargo verdaderos. Habitaban en el reino de la luz perpetua. De la luz de oro. Todo era claridad resplandeciente… No sabían de las noches y sus angustias. Eran felices.

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