La historia del Antiguo Convento de los Betlemitas




El edificio que hoy es la sede del MIDE, alojó el convento donde vivieron los monjes betlemitas desde mediados del siglo XVIII y hasta el XIX. El edificio es obra del célebre arquitecto Lorenzo Rodríguez, quien también construyó el sagrario de la Catedral Metropolitana. 

El estilo arquitectónico combina elementos barrocos con trazos neoclásicos. Las fachadas están recubiertas de tezontle rojo y negro dispuesto en patrones geométricos. Los marcos de las ventanas, los remates y los pináculos son de cantera labrada, fueron reproducidos durante la restauración del edificio según algunas piezas originales encontradas durante la exploración arqueológica.

En el antiguo callejón de los Betlemitas, que actualmente es la calle de Filomeno Mata, se encontraban el hospital y la escuela en la que los monjes enseñaban a leer, escribir y doctrina a niños. Hoy en día sólo se conserva lo que fue la capilla en el local que alberga al Museo del Ejército. A finales del siglo XIX en ese mismo lugar se instaló la imprenta de Filomeno Mata, por esa razón actualmente la calle aledaña lleva su nombre. 

Los betlemitas obtenían ingresos adicionales a través de la renta de las 16 accesorias que mandaron construir cuando se realizó la ampliación del inmueble. Las accesorias eran pequeños “departamentos” que tenían acceso por el exterior del convento. Durante más de dos siglos la mayoría tuvo uso comercial, aunque en el siglo XVIII fue muy común que tuvieran un uso combinado, ya que la planta baja se utilizaba como comercio y en la parte superior habitaban los dueños del mismo.

A partir de 1820, cuando se disolvió la orden de los betlemitas, el convento pasó a manos del Ayuntamiento. A partir de entonces, los usos que se dieron al edificio fueron tan diversos como cuartel militar, salón de baile, baños públicos y comercios, entre otros.

El Antiguo Convento de Betlemitas también ha albergado numerosos centros de enseñanza a lo largo de su historia. En los tiempos en que funcionaba el hospital, ya existía una escuela donde los betlemitas enseñaban a los niños el catecismo y a leer y escribir. 

Cuando el edificio pasó a poder del Ayuntamiento, la parte antigua se destinó primero a la escuela de la Nueva Enseñanza, donde se instruía a mujeres indígenas pobres en la religión católica. Dos años después, se instaló ahí la Escuela Lancasteriana. Durante el siglo XIX, también se establecieron en alguna parte del inmueble, el Colegio Militar y la Escuela de Medicina. 

En 1842 se inauguró, en terrenos que correspondían al huerto del Convento, Gran Teatro Nacional. Al abrir sus puertas el recinto se bautizó como Teatro de Santa Anna porque Antonio López de Santa Anna estaba en el poder en esos años. Sin embargo, cada vez que se derrocaba al mandatario, el teatro regresaba al nombre de Gran Teatro Nacional. 

Durante gran parte del siglo XX, vivieron en el edificio muchas personas, ya que el antiguo convento se transformó en una vecindad. Poco a poco, el inmueble se fue deteriorando por falta de mantenimiento. Las viviendas iniciales se subdividieron cada vez más y la estructura se dañó a tal grado que en 1990, cuando el Banco de México inició la labor de rescate y restauración, estaba a punto de derrumbarse.

Mucha gente vivió en el edificio hasta el momento en que hubo la oportunidad de rescatarlo recuperendo, así, su belleza original.


Fuente: MIDE-Museo Interactivo de Economía.

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