Fundamentalismo de Mercado




Las políticas económicas erróneas pueden dar lugar simultáneamente a mayor desigualdad y a menor crecimiento, y las políticas que se están adoptando en España, y en Europa en general, suponen un ejemplo perfecto. Las crisis – sobre todo una depresión como la que está padeciendo España en la actualidad – son malas para la desigualdad. Los que están desempleados, especialmente los parados de larga duración, tienen más probabilidad de caer en la pobreza.


El elevado índice de desempleo presiona los salarios a la baja, y los salarios de la parte más baja son especialmente vulnerables. Y, como la austeridad se ha hecho más estricta, se recortan los programas sociales que son esenciales para el bienestar de los de en medio y los de abajo.

Hoy en día, los problemas de España son consecuencia en gran medida de la misma mezcla de ideología y de intereses especiales que en Estados Unidos condujo a la liberalización y desregulación de los mercados financieros y a otras políticas “fundamentalistas de mercado” que contribuyeron al elevado nivel de desigualdad e inestabilidad de Estados Unidos y han dado lugar a unas tasas de crecimiento mucho menores que en las décadas anteriores.

Esas políticas “fundamentalistas de mercado” también denominadas “neoliberalismo”, no se basan en una profunda comprensión de la teoría económica moderna, sino en una interpretación ingenua de la economía, basada en los supuestos de una competencia perfecta, de mercados perfectos y de información perfecta.

En Europa, las ideas neoliberales y fundamentalistas del mercado están integradas en la infraestructura económica básica que subyace a la Unión Europea, y sobre todo a la eurozona. Se suponía que esos principios darían lugar a una eficiencia y a una estabilidad mayores; y que todo el mundo, o eso se creía, iba a beneficiarse del aumento del crecimiento, de modo que se prestó poca atención a las consecuencias que las nuevas reglas iban a tener desigualdad.

De hecho, esos principios han traído consigo menor crecimiento y mayor inestabilidad. Y en la mayoría de los países de la Unión Europea, incluso antes de la crisis, pero todavía más después, a los de abajo y a los de en medio no les han ido bien las cosas.

Durante los años previos a la crisis asistimos a un aspecto de este fenómeno. La doctrina que afirma que los mercados son eficientes – y que los gobiernos no deberían interferir en sus portentosos mecanismos – dio lugar a la decisión de no hacer nada respecto a las burbujas inmobiliarias que estaban formándose en Irlanda, España y Estados Unidos. No obstante, los mercados han sufrido reiteradamente episodios de optimismo y pesimismo irracionales: fueron excesivamente optimistas durante los años posteriores a la creación del euro, y el dinero fluyó al sector inmobiliario de España e Irlanda; y hoy en día son excesivamente pesimistas, y el dinero sale huyendo de esos países.

Fuente: Vive la Economía II, Progreso Editorial; Joseph Stiglitz – El precio de la desigualdad (Editorial Taurus).

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