La quiebra del Modelo de Sustitución de Importaciones




Durante gran parte del siglo XX, la política económica de nuestro país estuvo orientada al fomento de la industrialización, que hasta principios de dicho siglo, e incluso durante las décadas inmediatas a la terminación de la Revolución Mexicana, era predominantemente agrícola. Este proceso de industrialización acelerada estuvo basado en la conjugación de varias modalidades de estrategias y políticas económicas impulsadas por el Estado, entre las que destacaron: un ambicioso programa de gasto público destinado a la construcción de infraestructura, así como a otorgar estímulos al desarrollo de la industria nacional mediante programas de financiamiento. De igual manera, se establecieron altos aranceles y prohibición a la libre importación de un gran número de productos manufacturados, con la finalidad de propiciar que las empresas nacionales se desarrollaran. Este proceso se llamó modelo de sustitución de importaciones, pues su finalidad era propiciar que al interior del país se desarrollara la capacidad de producir gran parte de los productos manufacturados que hasta entonces se importaban.


La etapa de mejor desempeño económico correspondió al periodo conocido como desarrollo estabilizador, transcurrido entre 1958 y 1970, durante el cual, el gobierno mexicano impulsó el desarrollo de la capacidad productiva y el empleo, gracias al crecimiento de las ramas industriales que comenzaron a producir los bienes y servicios que anteriormente se importan. Asimismo, se mantuvo una política monetaria y fiscal que procuró equilibrar los ingresos y los gastos públicos, al mismo tiempo que se logró gran estabilidad en el nivel generalizado de precios. Durante esos años, el crecimiento promedio del Producto Interno Bruto fue de 6.3 % anual (por encima del promedio mundial, de 3.4 %), mientras que la inflación promedio fue de sólo 2.6% anual, y el tipo de cambio se mantuvo en $12.50 por dólar durante todo el periodo. Con todo lo anterior, el país logró ubicarse entre las ocho economías más grandes del planeta.

A pesar del acelerado crecimiento alcanzado a lo largo de este periodo, la industria nacional no fue capaz de desarrollarse lo suficiente como para producir la gran mayoría de los bienes y servicios demandados por las familias y por las propias empresas. Tampoco pudo ofrecer sus productos en mercados extranjeros, por lo que desde finales de los años sesenta las importaciones crecían cada vez más, mientras que las exportaciones se estancaban. Ante la desaceleración productiva y el creciente déficit comercial, el Estado recurrió a incrementar el gasto público para financiar dicho déficit y generar empleos. Sin embargo, no aumentó sus ingresos, por lo que debió recurrir al creciente endeudamiento, al mismo tiempo que la inflación se disparaba.

Si bien el gasto público del gobierno logró recuperar el crecimiento económico, el déficit comercial y la deuda externa eran cada vez mayores, y se perdió la estabilidad de precios, alcanzada durante el periodo anterior. La inflación promedió 15.2 % entre 1971 y 1976. Todo ello provocó una fuerte devaluación de nuestra moneda, cuyo tipo de cambio respecto al dólar pasó de $12.50 a $27.00 en Septiembre de 1976.

Resultaba imprescindible establecer políticas fiscales y monetarias contractivas, sin embargo, el descubrimiento de enormes reservas petroleras en la segunda mitad de la década de los años setenta permitió que el gobierno siguiera elevando el gasto público y, al mismo tiempo, multiplicando su endeudamiento con la banca extranjera para financiar el déficit público y mantener el crecimiento de la economía. Aun así la inflación se disparó todavía más en este periodo y, al derrumbarse el precio internacional del petróleo en 1981, fue imposible continuar financiando el gasto público. Los ingresos fiscales cayeron y sobrevino una fuerte devaluación, que ubicó al tipo de cambio alrededor de $150 por dólar. Sobrevino así una crisis que provocó la caída de la producción, creciente desempleo e inflación. El país no contaba con recursos suficientes para cubrir sus compromisos de pago de la deuda externa, por lo que estuvo a punto de declararse en suspensión de pagos en Agosto de 1982. Como una de las últimas medidas se su sexenio, el presidente José López Portillo decretó la nacionalización de la banca privada, en medio de la mayor crisis financiera en la historia del país.


Fuente: Vive la Economía 2 (Progreso Editorial).

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