Principales Políticas Económicas aplicadas en México (1982-2015)






Con la finalidad de enfrentar la severa crisis que estalló en 1982, las primeras medidas de política económica establecidas por el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) se enfocaron a reducir el desequilibrio existente entre el elevado gasto público y los reducidos ingresos fiscales (déficit fiscal), para lo cual fue necesario emprender un severo ajuste en las políticas de gasto público, así como aplicar medidas de contención de los salarios, con la finalidad de poder hacer frente a los compromisos de pago de la deuda externa, que al inicio de su sexenio representaban poco más de la mitad del presupuesto total del gobierno mexicano.


Desde 1983, dio inicio el proceso de privatización de las empresas paraestatales, la cual no sólo redujo el gasto público, sino que permitió al gobierno detener recursos complementarios. Las medidas de austeridad permitieron reducir de manera gradual el déficit fiscal y comenzó a registrarse una progresiva reducción de la inflación. Sin embargo, la caída de los precios del petróleo en 1986 provocó la reducción significativa de los ingresos públicos (una de las principales fuentes de recursos del Estado eran los impuestos a la exportación de petróleo), por lo que fue necesario realizar nuevos recortes al gasto público y, ante la falta de divisas extranjeras (por la reducción de las exportaciones), en 1987 el peso se devalúo y la escalada inflacionaria volvió a repuntar, al tiempo que el Producto Interno Bruto volvió a caer (luego de un par de años de lenta recuperación). Entonces fue necesario aplicar un plan de choque económico (denominado Pacto de Solidaridad Económica) destinado a aplicar medidas muy rigurosas para reducir la inflación, entre ellas, el control de precios y salarios pactado con empresarios y obreros, así como la apertura prácticamente total de las fronteras a los productos importados, lo cual permitió que en 1988 la inflación comenzara de nuevo a reducirse, al pasar de 159.2 % a 51.7 %, como resultado de la aplicación del Pacto.

En dicho sexenio inició el proceso de apertura comercial de nuestra economía, que se profundizaría en los siguientes lustros. En 1985 se firma el protocolo de adhesión al Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT por sus siglas en inglés), máximo organismo impulsor del libre comercio mundial y, a partir de entonces, se comenzaron a eliminar los permisos previos a la importación (aplicados hasta entonces a la totalidad de los productos provenientes del extranjero).

El sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) comenzó con una situación inflacionaria más controlada. Sin embargo, su gobierno mantuvo una política fiscal y monetaria contractiva, así como los estrictos controles sobre precios, salarios y tipo de cambio, con lo cual la inflación a lo largo de los siguientes años mantuvo una tendencia constante a la baja, mientras el tipo de cambio recuperó la estabilidad perdida a lo largo de los últimos años. En 1989, se logró una renegociación de la deuda con la banca internacional, inédita hasta entonces a nivel mundial, que permitió al gobierno reducir en poco más de 60 % los recursos destinados al pago de la deuda, por lo que pudo reorientar el gasto público hacia la construcción de infraestructura y el impulso de la inversión productiva.

La disciplina fiscal y monetaria permitieron recuperar la estabilidad financiera en el país. El déficit fiscal, que en el 1986 rondaba 32 % del PIB, en 1992 ya se había revertido, alcanzando un superávit (resultante de que los ingresos fiscales superaron a los gastos públicos) equivalente a 4.5 % del Producto Interno Bruto. Asimismo, la inflación se contrajo de manera consistente a lo largo del sexenio, hasta ubicarse en 7.4 % anual en 1994.

Las políticas económicas enfocadas al redimensionamiento del Estado y la apertura y liberalización económicas se profundizaron. De las 1,155 empresas públicas existentes en 1982, diez años más tarde sólo permanecían en poder del gobierno poco más de 200. La banca comercial fue finalmente reprivatizada. Asimismo, en 1990 se liberalizó el acceso de la inversión extranjera a casi todas las actividades económicas. Desaparecieron en su totalidad los permisos de importación; los aranceles y gravámenes al comercio exterior se redujeron a su décima parte y en 1994 nuestro país se incorporó a una de las más grandes áreas de libre comercio del planeta, por medio del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Sin embargo, a lo largo de los últimos años del sexenio de Carlos Salinas, se registró una creciente salida de capitales (en parte, provocada por la liberalización de la inversión extranjera, que permitió el ingreso de capital especulativo en la Bolsa Mexicana de Valores). Ante dicha situación, lo más adecuado hubiera sido aplicar una política cambiaria flexible, y permitir que el tipo de cambio fluctuara de manera libre. Sin embargo, el gobierno decidió mantener el tipo de cambio fijo.

Esta situación provocó que las reservas de dólares disponibles en el Banco de México se redujeran a ritmo acelerado, hasta que en Diciembre de ese mismo año se agotaron. Las presiones sobre el tipo de cambio fueron cada vez mayores, y finalmente se decretó una devaluación. Se generó una profunda crisis financiera que provocó la caída del Producto Interno Bruto de 6.2 % en 1995, así como una drástica reducción de las fuentes de trabajo, al tiempo que la inflación volvió a repuntar 51.97 % anual. La quiebra de empresas y los millones de desempleados generados por dicha situación, provocaron que muchas de las instituciones bancarias de nuestro país quebraran ante la imposibilidad de los deudores para cubrir sus compromisos de pago.

Sin embargo, gracias a un ambicioso programa de rescate financiero impulsado por el Estado Mexicano y apoyado por el gobierno de Estados Unidos (que otorgó una línea de crédito de 20 mil millones de dólares), permitió que la crisis (aunque profunda) resultara de corta duración y, en 1996, ya hubiera señales de franca recuperación, logrando un crecimiento de 5.1 % del Producto Interno Bruto. A partir de entonces, se mantuvo a lo largo del sexenio un crecimiento económico elevado y sostenido (el mayor de los últimos 30 años), así como la menor tasa de desempleo del periodo (2.2 % en 1999 y 2.17 % en 2000).

Si bien, en término de política financiera, ha sido ampliamente cuestionado el llamado rescate bancario mediante el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (por medio del cual se convirtió en deuda pública muchas de las pérdidas del sistema bancario originadas por actividades fraudulentas de sus propios dueños), durante el sexenio se logró el fortalecimiento del sistema financiero. De igual manera, la política fiscal se orientó a equilibrar los ingresos y los gastos públicos, mientras que en cuestión de política monetaria se estableció finalmente el régimen de libre flotación, que brindó mayor estabilidad al tipo de cambio. De igual manera, el pago de la deuda externa, que en 1994 todavía representaba 21.1 % del PIB, se contrajo de manera sostenida a lo largo del sexenio, hasta ubicarse en 10.4 % en 1999.

La apertura comercial se profundizó y, durante la segunda mitad de los años noventa, México se convirtió en una de las mayores potencias exportadoras a nivel mundial. Asimismo, en 1999, México firmó un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, que le convirtió en el único país (hasta entonces) en establecer acuerdos de intercambio preferentes con los dos mayores bloques económicos del mundo.

Con el inicio del presente siglo, se auguraba un periodo de alto crecimiento económico para nuestro país; sin embargo, la crisis económica que afectó a Estados Unidos, nuestro mayor socio comercial, redujo las perspectivas de crecimiento de México. El sexenio de Vicente Fox (2000-2006) comenzó con una contracción de 0.17 % del PIB, y a lo largo de su periodo se registró un modesto crecimiento anual (1.9 % promedio), así como un ligero repunte del desempleo. Dicha situación resulta cuestionable si, además, se considera que a partir de 2002 los precios internacionales del petróleo alcanzaron niveles jamás antes vistos, por lo cual el país ha contado desde entonces con ingresos extraordinarios, que no se reflejaron en el repunte del crecimiento económico nacional.

Si bien, durante dicho sexenio el crecimiento económico fue muy limitado, la política fiscal y monetaria permitió alcanzar la mayor estabilidad financiera de las décadas recientes, se registraron las tasas de inflación más bajas de la historia y el tipo de cambio no sólo no sufrió devaluaciones, sino que se revalúo, es decir, recuperó su valor con relación a otras divisas extranjeras, como el dólar.

Conforme la Economía Mundial se integra, como parte de la globalización, existe mayor relación entre el comportamiento de las variables económicas a nivel internacional y el desempeño de la economía nacional. De igual manera, otras economías dependen de nuestro país, debido a que, por ejemplo, en la medida en la que exportamos una cantidad mayor de mercancías, cualquier variación en nuestro nivel de producción modificará el consumo de determinados productos en algunos países. Asimismo, la desaceleración económica enfrentada por nuestro país en 1994 provocó en otros países una crisis financiera que, con el tiempo, fue conocida como “el efecto tequila”.

De igual manera, las crisis originadas en otras regiones del planeta provocan efectos en nuestro país y en todo el orbe. Tal es el caso de la crisis de producción de alimentos, que afectó al planeta en 2007 y elevó su precio en todos los países, o la crisis financiera que dio inicio en 2008, en Estados Unidos y Europa, que aún en la actualidad está provocando severos efectos económicos en países como España, Italia, Grecia e incluso en Alemania y en el mismo Estados Unidos, cuyas economías han enfrentado más de un lustro de estancamiento.

Aun cuando la mayoría de los países se han visto afectados por los efectos de esta crisis, la aplicación de una política fiscal y monetaria sana durante los años siguientes permitió que México mantuviera estabilidad financiera y crecimientos económico reducido, pero superior al promedio mundial. La política comercial, enfocada a impulsar la mayor productividad y competitividad de nuestros productos en el extranjero, permitió que las exportaciones totales del país se elevaran de 249 mil millones de dólares en 2006, a 371 mil millones de dólares seis años más tarde. Esto provocó que México se convirtiera, como se mencionó anteriormente, en una de las mayores potencias exportadoras del mundo. Dichos ingresos permitieron que las reservas internacionales de dólares en el Banco de México aumentaran de 67,679 millones de dólares a 163, 591 millones de dólares entre 2006 y 2012. Lo anterior, ligado con una política monetaria de libre flotación, propició que el peso mexicano, lejos de devaluarse, comenzara a recuperar valor frente a divisas internacionales, como el dólar y el euro.

México fue uno de los países que enfrentaron de mejor manera la crisis, gracias a su estabilidad financiera, al equilibrio de sus ingresos y gastos públicos, a su exitosa política comercial y al impulso de la inversión pública (particularmente en el rubro de las comunicaciones y la ampliación de la red carretera nacional). Mientras la mayoría de los países aún no superan los estragos por la crisis financiera, México ha crecido en los años recientes a un ritmo promedio de 4 por ciento.

El crecimiento promedio del Producto Interno Bruto durante los primeros doce años del siglo fue muy reducido, el desarrollo de las actividades productivas fue desigual, y no todos los segmentos económicos y sociales recibieron los mismos beneficios. De igual manera, las posibilidades de crecimiento económico sostenido se vieron reducidas por las limitaciones de los ingresos públicos (pues se cuenta con una estructura tributaria en la que parte de las empresas e individuos evaden impuestos, es decir, pagan al Estado cantidades inferiores a las que deberían). Prevalecen también estructuras de competencia monopólica y oligopólica en actividades muy importantes, como en las telecomunicaciones, que han impedido su modernización y mayor competitividad. La existencia de mercados de este tipo permite a los productores o prestadores de servicios fijar precios, los cuales suelen ser más altos que en otros países, lo cual repercute en la calidad de vida de los consumidores, así como en la capacidad de nuestro país para competir con otras naciones.



Fuente: Vive la Economía 2 (Progreso Editorial).

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