Separación entre la propiedad y el control










Salvo en el caso de las empresas muy pequeñas lo normal es que los propietarios de una compañía encarguen a un directivo, o equipo de directivos, la gestión de la empresa ante la imposibilidad de ser dirigida por sus propietarios. En pura teoría, los directivos trabajan para los propietarios y si aquéllos no actúan en sintonía con los intereses de éstos corren el riesgo de ser despedidos. Pero en la práctica esto no es exactamente así, puesto que los directivos tienen un considerable control sobre la empresa y sus activos; por lo que, en ocasiones, han sido acusados de utilizar los activos de la empresa en su favor y en contra de los intereses de los verdaderos propietarios de la compañía. Concretando, la propiedad y el control de una empresa moderna y de sus activos están separados casi por completo. Por ello, los directivos de compañías, cuyo capital social está repartido entre muchos accionistas, pueden ser contemplados como agentes de éstos últimos lo que, evidentemente, conlleva unos costes de agencia cuando los intereses de ambas partes no coinciden.





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