Iniciación esenia de Jesús

Cuando se forma una sociedad como la de los esenios, las reglas deben ser firmes y hasta severas, para conservar su tradición y tesoro espiritual y al ser admitido en ella se requiere el noviciado de un año en donde el candidato debe mostrar y probar que es de temple para que sea admitido al “lavado” físico y del alma, no obstante, aún no es tiempo de entrar en contacto con los maestros de la orden, deben transcurrir dos años para que pueda darse este importante paso en la vida del neófito y ser admitido en la cofradía. Para este paso, el aspirante tiene que hacer y llevar a cabo juramentos de actitud, observar íntegramente los deberes y jamás traicionar los secretos a los que ha tenido y tendrá acceso. Es por esto que casi nada se sabe de los esenios.


Solamente bajo esas condiciones, se está preparado para tomar parte de las comidas comunitarias, que son llevadas a cabo con gran solemnidad y son uno de los cultos más íntimos de los esenios, incluso, el vestir adecuadamente es considerado como sagrado y la ropa es resguardada cuidadosamente después de asistir al banquete y antes de empezar a trabajar en bien de la comunidad. Es posible tener una idea muy clara de este rito de los ágapes fraternales si ves pinturas y lees con cuidado la crónica de lo que fue la Última Cena, institucionalizada por Jesús en representación de lo que él aprende con los esenios, ya que antes y después de consumir alimentos son necesarias las oraciones para agradecer la vida, el pan y el vino que gozan los comensales y, esencialmente, lavar los pies de los invitados.

Dentro de la orden, transcurre la primera interpretación de los libros sagrados de Moisés y los profetas, y la explicación, tal como en la iniciación, se da en tres grados y sentidos, a los que muy pocos llegan hasta el final. Existen otras actividades para quiénes están dentro de la comunidad esenia, como son la de orar a la salida del sol, vestir con tela de lino, comidas fraternales, noviciado de un año, tres grados de la inicialización, organización de la hermandad, comunidad de bienes regidos por sanadores, ley de silencio, juramento de los Misterios y la enseñanza dividida en tres partes:

1. Ciencia de los principios universales o teogonía, también conocida como Lógica.
2. Física o Cosmogonía.
3. Moral, entendiendo ésta como todo lo que se refiere al hombre, es la ciencia a la cual se consagran especialmente los terapeutas.

Sin faltar, por supuesto, la creencia entre los esenios de la preexistencia del alma, consecuencia y razón por lo que es inmortal; lo confirma Josefo cuando afirma que “el alma, al cuerpo por un cierto encanto natural, queda en él como encerrada en una prisión y una vez libre de los lazos del cuerpo (al morir) como después de una larga esclavitud, de él escapa con alegría”.

Dentro de los esenios, existen quienes practican el celibato por convicción propia y ayudan a los hermanos a trabajar la tierra, educando niños, a veces hasta ajenos a la comunidad y apartándose de los demás durante los descansos para la meditación; los casados forman parte de una tercera orden unida y sometida a la anterior, conservando el silencio como virtud, son dulces y amables cultivando el arte de la paz en todos los lugares a los que acuden, además de dedicarse a tejer, a la carpintería, jardinería y al cultivo de uvas, eso sí, nunca son armeros ni comerciantes.

Los esenios están dispersos en grupos pequeños en Palestina, Egipto y el monte Horeb y se dan entre sí la hospitalidad más cordial y amable posible, por eso, cuando Jesús llega a cualquier lugar, lo primero que dice es: “Que la paz esté contigo y tu familia”, en recuerdo a la hospitalidad total que encuentra en todos los grupos de esenios. Una vez más, Josefo dice sobre este particular grupo de judíos: “Son ejemplo de moralidad, se esfuerzan en reprimir toda pasión y movimiento de cólera, siempre son benévolos en sus relaciones, apacibles y poseen la mejor fe. Su palabra tiene más fuerza que un juramento, al que consideran superfluo. Soportan con fuerza admirable en el alma y una sonrisa en los labios, las torturas más crueles antes que violar el más mínimo precepto religioso.

Con todas estas cualidades, Jesús siente atracción irresistible hacia los esenios por coincidencia de conceptos y actitudes, como el amor al prójimo antes que todo, y como primer deber ineludible: no jurar cuando se habla con la verdad, repugnar la mentira, ser humilde y, además, institucionalizar la Cena, dándole y agregándole un nuevo y real sentido, el sacrificio por los demás seres con quien se comparte.

También comprende que un profundo abismo separa el dogma oficial judío de la antiquísima sabiduría de los iniciados, la verdadera madre de todas las religiones, llámense como se llamen, pero con el signo maléfico y fatal de ser perseguida por el más grande espíritu del mal, Satán, son su odio, egoísmo y negatividad, que unido íntimamente al poder político absoluto de la impostura sacerdotal, crea un poder realmente maligno, como ejemplo, el sanedrín.

También aprende que el Génesis encierra simbólicamente la cosmogonía y la teogonía tan lejanas de su sentido literal y primigenio. Contempla los días de la creación eterna por el resultado de los elementos y la formación de los mundos, el origen de las almas flotantes y su regreso a Dios por las existencias progresivas a la de Adán. ¡Ah! También queda asombrado de la grandeza del pensamiento de Moisés que ha querido preparar la unidad religiosa de las naciones, creando el culto del único Dios, encarnando y sembrando profundamente esta idea en la conciencia del pueblo.

Asimila de inmediato la doctrina del Verbo divino, ya profesada por Krishna en la India, por los sacerdotes de Osiris en Egipto, por Orfeo y Pitágoras en Grecia y que finalmente es conocida y reconocida por los profetas por el nombre de ‘Misterio de Hijo del Hombre y del Hijo de Dios’. De esta doctrina se desprende el porqué Jesús soporta tanto dolor para redimir a la raza humana, con ella asegura que la más alta manifestación de Dios… es el Hombre, quien gracias a su constitución, forma, órganos e inteligencia, es la imagen del ser universal y posee sus facultades.

El infaltable ‘pero’ de toda actividad humana es que en la evolución terrestre de la humanidad, Dios está disperso, mutilado, fraccionado en la multiplicidad de los humanos y en la imperfección del hombre; por eso, él sufre, busca y lucha, por eso es el Hijo del Hombre, el perfecto, el modelo de pensamiento más profundo de Dios; sin embargo, en algunas épocas especiales, cuando se intenta desatar a la humanidad de las profundidades, de impulsarla más alto, un elegido se identifica con la divinidad, la atrae por sabiduría, fuerza y amor y para manifestarla una y otra vez a los hombres, es entonces que la divinidad, por virtud y soplo del Espíritu, está completa y totalmente presente en él, es cuando el ‘Hijo del Hombre’ se convierte en el ‘Hijo de Dios’.

Desde siempre han existido hijos de Dios en muchos lugares del mundo, pero desde la aparición de Moisés, nadie ha vuelto a florecer en Israel, es por eso que todos los profetas esperan aquel Mesías; incluso, algunos videntes dicen que ahora se llamará el ‘Hijo de la Mujer’, de la Isis del cielo, de la luz divina que proviene de la Esposa de Dios, ya que la luz del amor brillará en él por sobre las demás con un fulgor desconocido aún en la Tierra.

Todos estos conocimientos y muchos más, los adquiere Jesús al vivir varios años entre los esenios, se somete a su disciplina, estudia con ellos los secretos de la naturaleza y ejercita en la terapéutica oculta; domina totalmente sus sentidos para desarrollar su espíritu, ya que no hay en día en que medite sobre el destino de la humanidad, de cómo será con y sin su actuación y esto le lleva, irremediablemente, a interrogarse a sí, a preguntarse cada vez si está dispuesto al sacrificio para salvar a sus hermanos de la Tierra.

La verdad oculta, revelada a unos cuantos en mucho tiempo, es la misma que recibe Jesús del patriarca de los esenios, teniendo como marco y mudo testigo, las desiertas playas del Mar Muerto, en la soledad de Engaddi que para el aprendiz son maravillosas y conocidas. La emoción e inquietud son el sentimiento y estado en el que se encuentra el neófito al escuchar al jefe de la orden cuando lee estas palabras del libro de Enoc: ‘Desde el principio, el Hijo del Hombre estaba en el misterio. El Altísimo le guardaba al lado de su poder y le manifestaba a sus elegidos… Pero los reyes se asustarán y prosternarán su semblante hasta la Tierra y el espanto les sobrecogerá, cuando vean al hijo de la mujer sentado sobre el trono de su gloria… Entonces el Elegido evocará todas las fuerzas del cielo, todos los santos de las alturas y el poder de Dios. Entonces lo Querubines, los Serafines, los Ophanium, todos los ángeles de la fuerza, todos los ángeles del Señor, es decir, del Elegido y de la otra fuerza, que sirven sobre la Tierra y por encima de las aguas, elevarán sus voces.

Este pasaje del libro de Enoc, muestra que la doctrina del verbo y la Trinidad, que se encuentra en el Evangelio de Juan, existe en Israel desde mucho tiempo antes de Jesús y es producto de las profecías esotéricas. En este libro, el Señor de los espíritus representa al Padre; el Elegido al Hijo y la otra fuerza al Espíritu Santo.

Ante estas revelaciones de las palabras de los profetas mil veces leídas y meditadas, dan a los ojos del nazareno nuevos, profundos, y terribles resplandores, como relámpagos durante la noche que preguntan al cielo ¿Quién es aquel Elegido?, y ¿Cuándo llegará a Israel? Esta noche, que representa a todas juntas, es memorable para la orden de los esenios y su nuevo adepto, es aquella oscuridad que ilumina más que el día, cuando Jesús recibe, en el más profundo y estricto secreto, la iniciación superior del máximo grado, el que sólo se concede es para una misión profética deseada por el hermano y adepto y confirmada por la sabiduría de los ancianos.

La ceremonia de aceptación de la alta investidura, es en una gruta tallada en el interior de una montaña con una amplísima sala, altar y asientos de piedra, allí, están reunidos el jefe de la orden, una especie de consejo de ancianos y tres profetisas iniciadas, todos atentos e interiormente alegres por la ceremonia de la ascensión de Jesús, cuya vida a partir de entonces, cambiará la de muchos millones de personas en el mundo y el tiempo. Todos tienen en sus manos antorchas y palmas para saludar al Hijo de Dios e Hijo del Hombre.

El último en llegar es el mismo nazareno, quien viste una túnico de lino blanco resplandeciente, con ese brillo especial que la purificación divina, camina lentamente, sintiendo, oliendo, percibiendo el ambiente y su destino a cada paso que da, es el andar de un rey verdadero, el que sabe que sus conocimientos y sentimientos, e incluso, el sacrificio, serán vitales para redimir a una humanidad que no aprende a amar a Dios ni al prójimo como a sí mismo. Tanto el jefe de la orden como los demás iniciados presentes, saben en el fondo de su corazón y del alma que será la última vez que lo verán, al menos en su carácter humano.

Al inicio de la ceremonia tan especial, el jefe y más anciano de la orden presenta el cáliz de oro, símbolo de la iniciación suprema que contiene el vino de la viña del Señor, símbolo también de inspiración divina y que, finalmente, representa el sacrificio y tremendo dolor que tendrá que soportar el Hijo de Dios representando dignamente su papel de Hijo del Hombre. Se cree incluso Moisés bebió de este vino y otros lo remontan hasta Abraham, quien recibió de Melquisedec esta iniciación, bajo las especies del pan y del vino. (Génesis XIV – 18: Pero Melquisedec, rey de Salem, presentando pan y vino, pues era sacerdote del Dios altísimo).

El anciano sabio nunca presenta la copa más que a un hombre en el cual ha reconocido, con certeza, los signos de su misión profética, aunque esta misión nadie puede definirla, sólo el iniciado y elegido puede y debe encontrarla por él, esta es una ley irrefutable de los iniciados, nada dice el exterior, todo está en lo internamente humano. Después de los cánticos, oraciones y palabras sagradas del anciano, el nazareno toma la copa con las dos manos y la alza para ofrecerla a su Dios Padre, en ese momento, un rayo de luz pálida recorre e ilumina la amplísima sala, recorre e intensifica las llamas de las antorchas al igual que el blanco de los vestidos de las esenias iniciadas presentes en la ceremonia, ellas tiemblan cuando esa luz cae sobre el pálido Galileo, cuyo rostro sereno muestra una gran tristeza, no acorde con el extraordinario evento en el que él es el centro de atención, parece que el futuro inmediato se presenta ante sus asombrados ojos y asume el dolor desde el fondo de su ser, sabe que su camino será muy difícil y sumamente lastimoso.

A partir de la terminación de la ceremonia, Jesús es libre, ya nada hay que aprender de los sabios esenios sino que ahora es tiempo de practicar y predicar para lo que sido formado, el amor a Dios, al prójimo y a uno mismo, siendo dueño de sus acciones, se entrega al viento del espíritu que puede precipitarlo al abismo o elevarlo a la cima.

Afuera de la gruta, Jesús mira al cielo y ve una figura de la que se sabe de ella pero que no ha tenido ocasión de conocerla profundamente, esa persona anuncia su llegada al mundo y poco a poco, la gente que lo escucha, por alguna razón, sabe que dice la verdad, que pronto llegará el Hijo de Dios hecho Hombre. Juan el Bautista es su nombre, gusta de predicar en las riberas del río Jordán, no es esenio pero si iniciado como tal y es un profeta de la combatiente raza de Judá.

Juan llega al desierto para llevar una vida austera y de piedad, soportando las inclemencias del calor en dl día y del frío por las noches, siempre meditando y amparándose en la oración, llevando ayunos y penitencias impuestos por él, su piel, tremendamente curtida por el inclemente sol del desierto, no le importa, ya que además, es capaz de llevar en su cuerpo un vestido hecho con cabello de camello, como penitencia y purificación que se impone él y quiere que lo haga también su pueblo, los hijos de Israel, ya que así, será más liviana la angustia que siente por su patria amada y espera con impaciencia, la llegada de aquel que liberará a su pueblo, del Mesías que está pronto por venir, que ajusticiará a los romanos y vengará a los judíos que sufren la sumisión y desprecio de aquéllos.

Juan, como profeta, cree ver a este Mesías, después de dar castigo a los culpables, entrando triunfante a Jerusalén y restableciendo el reino de Israel por sobre todos los pueblos, en paz y justicia y esto lo grita a los cinco puntos cardinales, norte, sur, este, oeste y el cielo, pero para que este feliz acontecimiento suceda, es preciso que los judíos se arrepientan de sus faltas del pasado y quienes así lo hagan, reciban el bautismo de manos de Juan, simbolizando visiblemente que se ha cumplido cabalmente con la purificación interna indispensable para ser dignos de recibir al Mesías libertador. Lamentablemente, estas ideas arraigan más en la creencia popular de los judíos y será una de las batallas que Jesús librará durante toda su vida de predicación, no sólo para erradicar esa falsa esperanza en la gente del pueblo de un rey de Israel con armas y escudos sino también entre sus propios discípulos.

Esta ceremonia del bautismo crece cada día que pasa y ahora son multitudes deseosas de participar en esta purificación enmarcada por el desierto, las montañas severas de Judea y Perea y en las sagradas aguas del río Jordán, esta ceremonia da a la gente de Israel lo que ya no encuentra en templos; una sacudida interior, arrepentimiento y una esperanza, aunque vaga, enormemente prodigiosa. De toda Palestina acuden al bautismo y para escuchar a Juan anunciar la pronta llegada del Mesías, su voz es tan poderosa y dulce a la vez que atrae multitudes, mismas que después de escuchar al profeta no desean abandonarlo, sino hasta que llegue el Mesías anunciado.

Pero la gente está deseosa de iniciar una guerra santa, pero con las armas, espadas y escudos, no anticipan que el Mesías no empuñará jamás un arma en contra de nadie, sino que su espada y escudo son el amor y la justicia y, lo peor, es que este movimiento de purificación y libertad es ya del conocimiento de Herodes Antipas, gobernador de Galilea y Perea, quien está casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, este matrimonio es cuestionado todos los días por Juan, a tal grado que le costará la vida al bautista. Pero no son los únicos, los sacerdotes de Jerusalén también están inquietos ante ese movimiento popular espontáneo, Tiberio, a los 74 años, termina su vida en medio de las orgías y bacanales de Caprea, Poncio Pilatos aumenta la violencia contra los judíos y en Egipto, los sacerdotes anuncia que el ave fénix pronto renacerá de sus cenizas.

Esta visión de Juan, sobrecoge a Jesús y aunque ya es un Maestro, no deja de sentir profundo pesar por las falsas creencias sobre su participación en la “liberación” de Israel. ‘Él será acompañado por sus discípulos esenios, siente que su vocación profética interior crece a cada momento, continúa escuchando comentarios sobre la labor de Juan Bautista, por lo que de inmediato parte al desierto del Jordán, quiere ver, escuchar, estar cerca y llevar a cabo el rito del bautismo, una nueva iniciación en su vida, otra muerte y resurrección.

Con este acto de humildad, Jesús hace su aparición pública y, al mismo tiempo, manifiesta su respeto a Juan por levantar su voz contra los poderes de los romanos y despertar de su letargo el alma de Israel, no importa que la apariencia del Bautista sea la de un rudo ermitaño, muy velludo y con una larga cabellera descuidada y desarreglada que lo asemeja a un león en celo o en espera de su comida, eso no les importa a ninguno de los dos, lo verdaderamente importante, es que el mensaje ya está dado y ahora únicamente falta que el Mesías aparezca físicamente, algo que no tardará mucho en acontecer.



Fuente:
Los Grandes. Jesús, Editorial Tomo, p. 60 – 72.








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