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El monje de la Merced

En el año de 1613 fue inaugurado el primer templo dentro de la amurallada Villa Rica de la Vera-Cruz, con el nombre de Nuestra Señora de las Mercedes, y en el año de 1683 se utilizó como cárcel por los piratas capitaneados por Lorenzo Graham (a) "Lorencillo", manteniendo bajo amenaza de muerte a los habitantes de la ciudad, en calidad de rehenes.

El chontal enamorado de la reina

La formidable raza chontal, hoy venida a menos, se extendía antiguamente dominadora y brava por Tabasco, parte de Chiapas y el Istmo de Tehuantepec, y en todas aquellas regiones aún se recuerda la leyenda que aquí se cuenta.

La Tisigua

Con la gran imaginación que tenían los viejecitos de los ranchos, como don Luis Tóala, creaban personajes fantásticos, como lo fue la Tisigua, para que los jovencitos no se fueran de parranderos y coscolinos por los ranchos y por el vecino Terán (colonia donde se encuentra nuestra escuela). Fue así como entre las familias se decía que a los que permanecían mucho tiempo bañándose en el Sabinal, en las hermosas pozas que se formaban junto a los gruesos troncos de los ahuehuetes, se les aparecía la Tisigua.

La china poblana

En 1907 había una calle con el nombre de las Chinitas, allí vivió Mirnha. Los viejos cronistas cuentan que en 1609 nació en la ciudad de Indra Prastha una princesa llamada Mirnha, de origen mongolés de la India Oriental. Cuando huyeron los turcos, llegaron a la costa, donde estaban los portugueses que se dedicaban al tráfico de esclavos. Mirnha era de piel blanca, cabellos claros, frente amplia, ojos alegres, nariz delineada y elegante andar. Un día, la princesa al pasear por la playa, con su hermano menor, fue hecha prisionera y la llevaron a Cochín, y después la enviaron a Manila, en las islas filipinas. El marqués de Gálvez, en aquel entonces virrey de México, le encomendó al gobernador de Manila que comprara esclavas bonitas y con gracia para el ministerio de su palacio. El gober­nador quiso comprar a Mirnha, pero el mercader ya tenía un encargo anterior del capitán Miguel de Sosa y de su esposa, doña Margarita de Chávez. Entonces "La chinita" fue discretamente embarcada hacia la Nueva España en 1620, para entregarla al matrimonio que la recibió en México. En el siglo XVII arribó al puerto de Acapulco, en la Nao de China. La esclava oriental vestía de una manera muy rara: llevaba una camisa de hermosos bordados, un zagalejo de esplendorosos colores, con lentejuelas, unas chancletas de seda y largas trenzas.

La balsa de caimanes

La leyenda de la reina Ireri.

Cuando el príncipe purépecha Tacamba desapareció en brazos de la princesa Inchátiro en los bosques de Uruapan, arrebatado por una pasión incontenible y abandonando los derechos al trono de sus mayores, los indios de aquellos dominios proclamaron reina a su hermana, la princesa Ireri, que se resistía al amor y despreciaba a todos sus pretendientes. El pánsperata (así se dice amor en tarasco) traía revuelta a la región y los súbditos de Tacámbaro deseaban tener en aquel reino como soberana una mujer honesta que resistiera las tentaciones mundanas. Por eso se fijaron en Ireri, porque aquella princesa que vivía entonces en Chupio, había resistido pruebas de incorruptibilidad era ya muy conocido el desdén que se dibujaba en su rostro siempre que la acosaban con pretensiones amorosos. Entre esos despreciados estaba el guerrero Pámpzpeti, señor de Guapácaro, el cual estaba locamente enamorado de ella. Más, a pesar de los desprecios de la altiva doncella, el bravo Pámpzpei no renunciaba a sus propósitos, y esto intranquilizaba a los vasallos de la reina Ireri, que pretendían a toda costa mantenerla alejada de toda unión amorosa, a fin de que se consagrara totalmente a gobernar el reino, que estaba bastante agitado.

Yanalté. Leyenda del Libro Sagrado

El poeta Mediz Bolio reveló esta leyenda maya fundamental, sin duda la más bella y honda de todas las leyendas indias, y también la más literaria, habiéndola desentrañado de los códices y de los rumores tradicionales del Mayab.

Iztaccíhuatl y Popocatépetl




Tonatiuh, “el dios sol” y su familia, vivían en el cielo trece, en un palacio inmenso rodeado de jardines increíbles y sin embargo verdaderos. Habitaban en el reino de la luz perpetua. De la luz de oro. Todo era claridad resplandeciente… No sabían de las noches y sus angustias. Eran felices.

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