Dios del viento, estrella de la mañana y de la tarde, de la vida, de los gemelos y de la sabiduría, habitaba el cielo de Teoiztac, lugar mágico y lleno de misterio donde había un hermoso valle rodeado de jardines con flores que tenían al centro esmeraldas, turquesas, perlas, oro y plata, y los tallos eran de coral; había también azules lagos cristalinos cubiertos de majestuosas garzas blancas.
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Ciudadano del mundo, economista de carrera, bloguero por pasatiempo, docente por situaciones del destino
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